jueves, 8 de abril de 2010

Bobby Jones, el genio que modernizó el golf


Ahora que va a empezar el Masters de Augusta de golf, aprovecho para dejar aquí este perfil de Bobby Jones que he realizado para el Master de Periodismo que estoy haciendo. Espero que os guste.

“De todos los grandes atletas, Bobby Jones fue el más cercano a lo que llamamos un gran hombre”. Sabias palabras del golfista y escritor Herbert Warren Wind para describir a Robert Tyre Jones Jr., una leyenda del golf no sólo por lo que consiguió compitiendo, que nadie ha igualado, sino por su forma de ser y de entender este deporte. Sin su influencia, el golf no sería el mismo que conocemos hoy en día.

Bobby Jones nació en Atlanta (EEUU) un 17 de marzo de 1902 ajeno a las hazañas que iba a protagonizar. Fue un niño enfermizo y débil porque hasta los cinco años no pudo comer alimentos sólidos. Su suerte cambió cuando, con seis, su familia se trasladó a una casa de campo cerca del East Lake Country Club. El clima ayudó en su recuperación y el lugar dio un vuelco a su destino. Allí aprendió a jugar al golf de forma autodidacta, observando al jugador escocés profesional Stewart Maiden. Bobby no se quedó en el simple mimetismo de movimientos, sino que su perfeccionismo le llevó más adelante a dominar todos los palos y todos los golpes. Su swing es considerado un estándar 80 años después de su retirada.

Jones tenía un don para el golf. Desde los seis años empezó a ganar torneos ante rivales de su edad o mayores. Más tarde, en 1916, se convirtió en el jugador más joven que disputaba el Campeonato de Estados Unidos Amateur. No lo ganó, pero dejó una gran imagen y se situó en el centro de los focos. La presión del público y su propio carácter competitivo (“el objetivo del golf es batir a alguien y asegurarse de que ese alguien no eres tú”) le iban a jugar una mala pasada durante los siguientes siete años. Cuando las cosas se le torcían sobre el green, cuando caía en un bunker, Bobby mostraba su mal genio, golpeaba sus palos contra los árboles o los arrojaba lejos, a veces, involuntariamente, contra el público. El periodista Grantland Rice dijo que Jones tenía “cara de ángel y el temperamento de un lobo”. Le costó dominar su furia interior y descubrir, como siempre decía después, que “el golf de alta competición se juega principalmente en un campo de cinco pulgadas y media: el espacio que hay entre las orejas”. Antes de vencer a sus demonios, Bobby protagonizó el mayor error de su carrera. En 1921, en el Abierto Británico, abandonó antes de acabar la tercera ronda frustrado por la pésima tarjeta que estaba firmando, que le había alejado del liderato. Las críticas que recibió hubieran sepultado a cualquiera, pero no a él.

Dos años después, Bobby Jones conquistaba su primer grande, el Abierto de Estados Unidos. Fue el pistoletazo de salida a una racha triunfal que iba a durar siete años, los mismos que su travesía por el desierto. Bobby venció en 13 de los 21 torneos que disputó, un porcentaje de éxito bestial (62%) si se tiene en cuenta que siempre se mantuvo fiel al amateurismo. De familia acaudalada y del sur, con lo que ello implica del respeto a las tradiciones, no veía con buenos ojos el dedicarse profesionalmente al golf, a pesar del dinero que movía, y sólo competía durante tres meses al año. Además, participaba casi exclusivamente en los torneos nacionales, los únicos que le motivaban.

El Grand Slam

En 1930, entró en la historia del golf al ganar los cuatro ‘majors’. Ya tenía 9 grandes en su palmarés, que hubieran sido 10 si en una demostración de caballerosidad durante el US Open de 1925 no se hubiera penalizado a sí mismo con dos golpes por mover accidentalmente la bola, aunque nadie vio que se moviera. Ningún otro golfista ha ganado los cuatro grandes en una temporada, ni Jack Nicklaus (18 majors) ni Tiger Woods (14). Bobby logró la victoria primero en el Campeonato Británico Amateur, en el campo de St. Andrews, el mismo en el que se retirara en 1921. Ahora, 15.000 personas le ovacionaron. Después se tomó una semana de vacaciones con su esposa Mary Rice Malone antes de afrontar el Abierto Británico, que también ganó. De regreso a su país, en olor de multitudes, se impuso en el US Open, bajo un calor asfixiante y con algo de fortuna. Muy celebrado fue un golpe suyo que botó en el agua de un lago, o según los espectadores, en un nenúfar. Por último, aguantó la presión y conquistó el Campeonato de Estados Unidos Amateur. 50 marines tuvieron que escoltarlo hasta la sede del club para evitar que le aplastasen sus eufóricos seguidores. Con 28 años, todos pensaban que Jones seguiría jugando al golf, incluso que se haría profesional. No fue así. Un mes después de ganar el Grand Slam, anuncia su retirada para centrarse en su trabajo como abogado en la firma de su padre, al que está muy unido. Como dijo entonces, “mi esposa y mis hijos (tuvo tres) son lo primero, luego mi profesión y luego el golf”.

El Masters

Ya retirado, para alivio de sus grandes rivales, los golfistas profesionales Walter Hagen y Gene Sarazen, que no ganaron ninguno de los torneos nacionales en los que Bobby participó, Jones realizó dos proyectos que lo situaron todavía más arriba en el Olimpo del este deporte. Con la ayuda de Alister Mackenzie, uno de los diseñadores de campos de golf más celebres, creó el Augusta National Golf Club, un magnífico campo en Georgia, al lado de su casa, donde Bobby quiere que se dispute el Abierto de Estados Unidos. Sin embargo, fracasa en su empeño. Entonces, el banquero Clifford Roberts, amigo de Jones y también cofundador del Augusta National, le sugiere crear su propio torneo, al que se accedería por invitación. El Augusta National Invitation nació en 1934, y Bobby Jones jugó para atraer al público, más por divertirse que por competir. Seguiría jugando con ese espíritu hasta que ya no pudo tenerse en pie. Este torneo, que en 1939 pasó a llamarse Masters de Augusta aunque a Bobby le parecía pretencioso, es actualmente uno de los cuatro grandes junto al Brittish Open, el PGA Championship y el US Open.

La otra gran aportación de Bobby al golf, más allá de una docena de vídeos sobre cómo jugar y varios libros e innumerables artículos sobre este deporte, fueron los palos modernos. Rechazó 200 modelos y ayudó a Spalding a crear unos con varilla de acero que sustituyeron a los de madera. También les dio una nomenclatura por números que desplazó a los antiguos nombres escoceses que tenían hasta entonces los palos.

Sólo una extraña enfermedad del sistema nervioso, la siringomielia, le apartó de la práctica del golf. En 1949 le diagnosticaron ese mal, que le producía fuertes dolores en la espalda y el cuello y le obligó a usar, sucesivamente, un bastón, unas muletas y una silla de ruedas. Jones, que había sobrevivido al Desembarco en Normandía durante la II Guerra Mundial, resistió 22 años, pero durante ese tiempo siguió siendo una autoridad en el golf, sobre todo en Augusta. En 1968, tres años antes de morir, acudieron a su casa junto al campo de juego para consultarle si Roberto Di Vicenzo era el ganador aunque había firmado la tarjeta de puntuación que incluía un error en el recuento de golpes que le perjudicaba. Bobby dijo que debía ser penalizado como decían las reglas, y que el ganador era Bob Goalby. Todos aceptaron su veredicto porque era palabra del gran Bobby Jones, y ante eso sólo quedaba decir amén.

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